.- Opinión y registro en el diario de campo sobre como las
practicas pedagógicas favorecen los procesos de adquisición de la lectura y la
escritura
Las situaciones didácticas del aula se dedican a
abordar con los niños las propiedades cuantitativas (cuántas letras tiene una
palabra) y cualitativas (qué letras tiene una palabra), sin encarar la lectura
y escritura de textos de uso social. Es la consecuencia más conflictiva de esta
etapa del aprendizaje de los docentes: los niños se limitan a leer y a escribir
palabras. Al inicio incluso palabras sueltas, sin ningún contexto que les
otorgue sentido, luego los docentes comienzan a utilizar listados, es decir
textos enumerativos, pero con la misma finalidad. Así es como las listas de los
nombres de los niños, de los personajes de cuentos, etc. se convierten en
situaciones casi cotidianas.
De
manera que la dificultad más seria, de este duradero período en los procesos de
formación, consiste en romper la restricción de usar sólo palabras en las
aulas y abrir la posibilidad de que los niños lean y escriban textos,
diversidad de textos sociales.
Considerar
que los niños tienen que apropiarse del uso convencional de las letras como
único aspecto relevante del aprendizaje de la lectura y de la escritura es una
prioridad de larga data, especialmente en las etapas iniciales de la
escolaridad. Así entendido, el cambio de postura educativa no sería tan
complejo: en lugar de enseñar las letras en un orden preestablecido (empezando
por las vocales y luego cierta secuencia de consonantes y su combinatoria
respectiva) las letras se van enseñando pero tomando en cuenta, básicamente,
las que están en los nombres de los niños. Se trata entonces de sustituir ma,
me, mi,… por Luis, Beatriz, es decir usando su nombre.
En
ocasiones nuestras prácticas pedagógicas lejos de propiciar y avanzar en el
proceso de alfabetización, cae en que el aprendizaje de la lectura se
desarrolla como un acto mecánico que consiste en pronunciar las palabras
correctamente. De manera que en aras de lo formal, se sacrifica el valor
comunicativo, informativo y recreativo de la lectura.
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